Concierto nº14

Ana María Valderrama violín
Luis Fernando Pérez piano


CLAUDE DEBUSSY (1862 – 1918)
Violín sonata

FRANCIS POULENC (1899 – 1963)
Violín sonata, FP 119 (dedicada a la muerte de Lorca)

MANUEL DE FALLA (1876 – 1946)
Canciones populares españolas

Notas al programa

Las fuentes de las que bebe este programa brotan del manantial lorquiano, donde se funden su relevancia poética y teatral, la luz de su vitalidad y la trascendencia simbólica de su muerte.El propio García Lorca sació su sed creativa en la música antes que en la literatura y los primeros manuscritos que se conservan de él son partituras y no textos. Desde niño tuvo contacto directo con la música y, siendo adolescente, manifestó su intención de dedicarse profesionalmente al piano y de seguir estudios musicales en la que entonces era una de las capitales de la creación artística: París. Aunque estos anhelos iniciales no fueran más allá -casi habría que decir que afortunadamente-, la música estuvo siempre muy presente en sus escritos.

Lorca ofreció un poema a Claude Debussy, cuyo lenguaje evocador había prendido con fuerza en el imaginario del poeta desde sus primeros pasos: las numerosas referencias al agua en varias de las piezas pianísticas y orquestales del músico francés fueron un susurro en los oídos del poeta que comienza así su tributo al compositor: “Mi sombra va silenciosa por el agua de la acequia”. En su Sonata para violín Debussy fundió de manera sublime y armoniosa los dos instrumentos que le prestan voz a la dulzura, a la pasión que no logra alzar el vuelo y a la calmada resignación. Todos estos sentimientos se alternan y conviven con la fantasía evocadora de lo que para el francés era exotismo ibérico. Él mismo estrenó, con Gaston Poulet, esta sonata. Fue su última interpretación pública, pocos meses antes de morir.

Francis Poulenc escribió su Sonata para violín y piano “à la memoire de Federico García Lorca” en el difícil año de 1943, cuando el español, como mártir del franquismo, era una figura incómoda en aquel París ocupado. El compositor pretendió aquí lograr un equilibrio sonoro entre los que él consideraba “dos instrumentos tan opuestos” y buscó para ello una textura y un aliento semejantes, tratándolos “con equidad”. Lo cantabile, tan cercano a Poulenc, cede el paso a un dolor que no deja de ser lírico hasta que llega el final que imaginó “como un Presto trágico cuyo aliento rítmico y vital quedaría repentinamente roto por una coda lenta y calamitosa”.

Lorca tuvo con Manuel de Falla una fructífera sincronía de pensamiento. Les unió, además, una amistad profunda que acompañaba las excursiones que ambos hicieron por las aldeas de La Alpujarra en busca de tonadillas, refranes y tradiciones.

El compositor fue un gran estudioso del folklore andaluz, al que se acercó con una sólida formación previa y con un rigor y una devoción asombrosas. Con estos precedentes Falla creo un estilo propio, extraordinariamente lleno de color rítmico, armónico y melódico. El material -letra y música- de las Siete canciones populares españolas es de origen tradicional y, por tanto, anónimo. Sin embargo, Falla logra el milagro de captar la esencia misma de lo popular, con absoluta fidelidad a los textos y a las melodías, ofreciendo a nuestros oídos unas piezas refinadas de elevadísimo valor estético que muestran el sello inconfundible del compositor. Su poderoso atractivo ha hecho que las versiones para diferentes instrumentos sean numerosas.

Federico García Lorca fue un poeta músico y su sensibilidad es inspiradora de este programa. Disfruten.

Mercedes Albaina

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